19 mayo 2015.- Cumple 83 años Elena Poniatowska, ícono del
periodismo, del compromiso con múltiples causas sociales, de la literatura como
vaso comunicante con lo profundamente humano. Van unas cuentas estampas de su
exhuberante vida.
I. Nace en
Francia el 19 de mayo de 1932. La bautizan como Hélène Elizabeth Louise Amélie
Paula Dolores Poniatowska Amor. Llega a México a los 10 años. Aprende español y
realiza sus estudios de educación básica en escuelas privadas. También toma
clases de francés, piano y danza. A los 17 años es enviada a Estados Unidos,
internada en colegios católicos.
II. Regresa
a México, toma clases de mecanografía y comienza a trabajar de secretaria
bilingüe, oficio que pronto abandona para explorar el periodismo. En 1953
comienza a colaborar en el periódico Excélsior, donde publica una entrevista
diariamente. Dos años después se pasa al Novedades.
III. Su
estilo, caracterizado por una curiosidad candorosa, espontánea y directa,
refresca el periodismo de la época, estancado en el acartonamiento, el disimulo
de los problemas sociales y el oficialismo. Su prosa es limpia y logra
transmitir el ánimo y el pulso de sus entrevistados, que terminan confesando
aspectos desconocidos. En sus escritos se percibe el arte de escuchar, diría
Octavio Paz.
IV. En 1962
trabaja como asistente de Oscar Lewis, uno de los creadores de la “escritura
testimonial”. A partir de esta experiencia, que marcará su trayectoria,
Poniatowska emprende un trabajo de largo aliento mediante una serie de
entrevistas a una mujer humilde que utiliza como base para escribir una novela
donde lo social y lo político van de la mano de la historia personal. Publicada
en 1969 con el título Hasta no
verte Jesús mío, confirma ante el público las cualidades literarias de
Poniatowska.
V. Con el
movimiento estudiantil de 1968 lleva esa técnica hasta el límite para crear un
relato polifónico: La noche de
Tlatelolco, publicado el 1971. La audacia al abordar temas “de los que no
se habla”, y hacerlo a través de los testigos, crea grandes fisuras en el
hermetismo institucional.
VI. Aborda
la guerra sucia y la represión en los reportajes que dan cuerpo a Fuerte es el silencio (1980). Elena ya es un referente del
periodismo crítico y comprometido. Se interesa en movimientos comunitarios,
laborales y de género, así como en la creación artística. Combina la
publicación de entrevistas y crónicas, con labores de investigación para
redactar ensayos y con la escritura de textos literarios.
VII. En la
década de 1980, en la cima del prestigio periodístico, decide enfocarse en la
literatura. “Creo haber ganado el derecho a escribir lo mío”, dice. Pero un
hecho dramático sacude su “sentido del deber” y vuelve, para abordar el
terremoto de 1985 en la ciudad de México. Las estrujantes crónicas publicadas
en La Jornada, darán
cuerpo al libro Nada, nadie. Las voces del temblor, publicado en 1988.
VIII. Es
unánime el reconocimiento a sus cualidades periodísticas, pero Elena insiste en
que la literatura ya es un camino sin retorno. Esto no es obstáculo para que
exprese abiertamente sus ideas, sus críticas a la injusticia social, su
solidaridad con las sectores desfavorecidos y su simpatía por la política de
izquierda, lo cual le acarrea ataques del gobierno en turno, de columnistas e
incluso de diplomáticos extranjeros.
IX. Poniatowska
ha recibido 8 premios literarios incluidos el Rómulo Gallegos (2007) y el
Nacional de Ciencias y Artes (2002). También cinco premios periodísticos,
incluido el prestigiado María Moors Cabot (2004). Se la distinguido con siete
premios y reconocimientos de corte social y con el doctorado Honoris Causa en nueve universidades nacionales y
extranjeras.
X. En 2013
recibe el Premio Cervantes, el más
alto reconocimiento para un escritor en lengua española. El
jurado reconoce: “Brillante trayectoria literaria en diversos géneros [...] Su obra
destaca por su firme compromiso con la historia contemporánea. Autora de obras
emblemáticas que describen el siglo XX [...] Elena Poniatowska constituye una
de las voces más poderosas de la literatura en español de estos días”.
XI. En
2013, tras recibir el Premio Cervantes, la prensa preguntó a Elena qué más le
faltaba. Con su característico estilo, respondió: “Ya solamente me falta colgar
los tenis” (morir).
XII. Pero en
tanto llega ese momento, Elena sigue escribiendo y levantando la voz ante las
injusticias, reclamando la presencia de la ética en la vida pública. En cada
oportunidad, en cada foro, ha denunciado la desaparición forzada de los 43
normalistas de Ayotzinapa en septiembre de 2014 y acaba de publicar un artículo
cuestionando el encarcelamiento injusto de Nestora Salgado, líder de las
autodefensas comunitarias de Guerrero. Dice ya no tener la misma fuerza, pero
su conciencia social se mantiene inquebrantable.
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