30 jun 2015.- En una decisión reprobable, las autoridades
federales llevaron al limbo de la confidencialidad los reportes históricos de
contaminación de las playas mexicanas, los cuales llegaron a estar disponible
para cualquier interesado. Ante ese vacío, la Secretaría de Salud-Cofepris
puede afirmar, cada vez que se acerca una temporada vacacional, que los
litorales están limpios (salvo dos o tres playas) y que el turista puede
sumergirse en sus aguas (e incluso tragar un poco del líquido) con plena confianza.
Los expedientes -ahora secretos- fueron creados a partir
del año 2003 con análisis mensuales de la calidad del agua, congregados en el
Sistema de Monitoreo de Calidad del Agua en Playas Prioritarias (Sisplayas).
Desde un principio, los informes confirmaron las sospechas: los índices de
contaminación iban de lo preocupante a lo escandaloso. Algunos reportes
superaban en cientos de veces el límite sanitario mexicano, de por sí más laxo
que los parámetros internacionales.
El alto grado de contaminación bacteriológica tenía su
origen principal en el limitadísimo saneamiento de las aguas negras urbanas,
descargadas a los causes de los ríos o directamente a la costa. Por décadas,
este saneamiento no cubrió ni el 30% de las aguas descargadas por millones de
retretes y ahora difícilmente alcanza el 60%.
En lugar de atender en forma prioritaria el saneamiento
de las descargas urbanas, aplicar la normatividad para impedir la contaminación
de ríos y ordenar los drenajes en las 17 entidades costeras, se optó por la
opacidad, bloqueando el acceso público a la información [ver
http://www.otroangulo.info/?p=734].
Así, los turistas no se enterarán de los episodios de
contaminación que se presentan en la playa El Acuario, en el puerto de
Veracruz, que han superado hasta 800 veces el límite máximo permitido. Y menos
lo sabrán porque a partir de 2011, con argumentos pueriles, esta playa fue
sacada del sistema de monitoreo, en vez de sanearla.
Esta política de la simulación se aplicó en otras playas
que reportaban en forma recurrente episodios de contaminación. Fue el caso,
también en Veracruz, de las playas Antón Lizardo, Gaviota II, Pelícano I y II,
Tortuga II, José Martí, Villa del Mar, Hornos y Regatas, con lo cual
súbitamente aparentaron ser playas limpias. Además, al igual que con El
Acuario, se suspendió el monitoreo de Playa del Muerto, El Morro, Los Arcos e
Isla Amor.
En Campeche, tres playas “prioritarias” (por haber
presentado más de cuatro incidentes de riesgo sanitario en el curso de cinco
años) dejaron de ser monitoreadas: Manigua II, Playa Caracol y Sombrerón, lo
cual borró de tajo su pasado turbio.
En Chiapas fue lavado el historial de playa Arista, Boca
del cielo estero, Boca del cielo mar, Playa Linda y Escolleras.
En Acapulco, Guerrero, eso ocurrió con las playas Caleta,
Caletilla, Carabalí, Hornos y Suave. En Ixtapa–Zihuatanejo suspendieron el
monitoreo de la Playa Almacén, que era “prioritaria”. Y no se informa que Playa
Principal ha permanecido fuera de la norma por varios años.
De Jalisco, fueron blanqueados los expedientes de las
playas Quimixto, Ánimas, Mismaloya, Los Muertos y Del Cuale, que han tenido
graves episodios de contaminación. Además, se suspendió el monitoreo de las
playas Oasis, Las Glorias, El Salado (Pitillal), Conchas Chinas y Boca de
Tomatlán, a pesar de que esta última llegó a reportar una contaminación 120
veces superior al máximo permitido.
Nayarit ocultó los episodios críticos que han vivido las
playas Bucerías, Huanacaxtle, Sayulita y Guayabitos.
Sonora lavó los oscuros antecedentes de las playas Bahía
de Kino I, II y III, y las playas Huatambito, Las Bocas y Camahuiroa.
Hace una década, Alejandro Olivera (de Greenpeace) y
otros ambientalistas pedían homologar los límites mexicanos de contaminación
con los estándares internacionales; realizar un monitoreo oportuno y confiable;
adoptar un sistema que advirtiera en cada playa, de manera clara, cuál era la
calidad del agua; e impulsar de manera firme el saneamiento de aguas negras
para evitar que llegaran sin tratamiento al mar.
Las autoridades quizá ponderaron las peticiones y
encontraron tres dificultades: eran costosas, requerían políticas y mecanismos
de supervisión, y sobre todo exigían una enorme voluntad política. Tal vez por
eso decidieron adoptar una estrategia más conocida y de resultados probados: la
opacidad.
A los turistas más acuciosos les sugerimos enfocarse en
las costas que no han reportado graves incidentes de contaminación. Son las de
Baja California Sur (salvo Malecón III, en La Paz), Sinaloa, Colima, Oaxaca,
Yucatán y Quintana Roo. Vacacionar en ellas, por ahora, es una garantía para
disfrutar verdaderamente lo que se busca en un destino de playa.
[Gerardo Moncada]
No hay comentarios.:
Publicar un comentario