jueves, 16 de julio de 2015

El efecto Internet en los problemas de comprensión de lectura

15 julio 2015.- “¡Mier..., todos tienen casi 200 páginas!”, musitó una adolescente que buscaba, entre una lista de varias opciones, un par de novelas que debería leer en el curso escolar. Esto, que escuché hace unos meses en una librería de la Ciudad de México, sintetiza los problemas de lectura que enfrenta la mayoría de los jóvenes actualmente: impaciencia, escasa capacidad de concentración, deficiente comprensión.


En 2010, David Nicholas presentó con la University College de Londres un estudio acerca de la “generación Google” donde advertía que la población nacida a partir de 1993 tendía a leer de prisa, superficialmente y mostraba menor capacidad para analizar información compleja.


Hoy, neurólogos y psicólogos estiman que esa situación se ha agravado y que los dispositivos portátiles podrían estar acentuando la incapacidad para realizar una lectura profunda (sobre todo por las múltiples interrupciones).


Señalan que la lectura en internet (rápida, aleatoria, superficial, fragmentada en varios materiales leídos en forma simultánea) ha modificado nuestra manera de leer e, incluso, nuestro cerebro.

Hace un par de meses, el diario El País recogió la opinión de varios especialistas:

“Leemos mucho, pero de una forma muy superficial. Como sociedad, estamos perdiendo la capacidad de formular ideas profundas y complejas. Corremos el riesgo de estar atontándonos, de pensar de manera más simplista y fragmentada. Tenemos que dar a la mente la oportunidad de manejar ideas complicadas”, advirtió Andrew Dillon, catedrático de Psicología de la Información de la Universidad de Austin, Texas.


Ciertamente, internet globaliza, socializa tendencias y fenómenos, como esta forma de lectura.


“Nuestra mente, plástica y maleable, es un reflejo de nuestros actos. Los jóvenes cambian su atención unas 20 veces a la hora, de un aparato a otro. Cuando se sientan a leer, tienden a reproducir esa lectura interrumpida y en zigzag. Tenemos que ser conscientes de que estamos en medio de un cambio muy profundo”, señaló Maryanne Wolf, neurocientífica cognitiva de la Universidad de Tufts, Estados Unidos.


Para Naomi Baron, lingüista de la American University y autora de Words Onscreen: The Fate of Reading in a Digital World, “el problema es la sensación que producen las redes sociales de que siempre tienes que estar disponible para contestar. Es muy difícil concentrarse, porque la hiperconexión hace que sientas temor de estar perdiéndote algo. Somos socialmente más inseguros y estamos más estresados”.


Un estudio Rakefet Ackerman y Morris Goldsmith, de la Universidad de Haifa, Israel, comparó el desempeño de dos grupos de alumnos que estudiaron los mismos textos, uno en pantallas y el otro en papel. Encontró que los estudiantes abandonaban en forma prematura sus lecturas en pantallas, con la falsa noción de haber estudiado suficiente.


Algunos especialistas consideran que “Picotear o leer a profundidad no son acciones antagónicas, son complementarias”. Lo que requerimos, dicen, es adiestramiento para extraer el máximo rendimiento de los distintos tipos de lectura.


En la lona
México también enfrenta un grave problema en la comprensión de lectura, pero hay evidencia de que este problema es anterior a la expansión de internet y las redes sociales.


Al iniciar el siglo XXI, México enfrentaba limitaciones en la penetración de las tecnologías de interconexión. No obstante, las pruebas de evaluación mostraban que la mayoría de los estudiantes de nivel básico y medio no entendían lo que leían. En el año 2000, la Prueba Pisa reportó que el 63% de los estudiantes mostraba un  nivel deficiente en la capacidad para reflexionar y evaluar lo leído; para el año 2009 ese porcentaje había subido a 70%.


En este caso, internet no sería la causa inicial, aunque sí podría haber contribuido a acentuar el problema. Otro dato del Programa Internacional para la Evaluación de Estudiantes (PISA, 2009) es relevante: el 81% de los alumnos de secundaria en México no muestran la suficiente capacidad para realizar actividades cognitivas complejas; en educación media superior el porcentaje es de 63%.


Si bien no se pueden cargar todas las pulgas a internet, sí conviene poner atención en los señalamientos referidos de neurólogos y psicólogos. Y, en ese sentido, sorprende la decisión de la Secretaría de Educación Pública de dar tablets a los estudiantes de 5o año de primaria en varios estados.


Al anunciar esta decisión e iniciar el proceso de entrega, el titular de la SEP, Emilio Chuayffet Chemor, exageró y mintió acerca de esta tecnología: dijo que con ella se evitaría “ser analfabetas en muy pocos años” y que no costarían un centavo, pues serían donaciones (El Universal, 9 julio 2013).


Sin embargo, en 2014 la SEP lanzó una convocatoria para la compra de 709 mil 824 tablets (por $2 mil 500 millones de pesos) para entregarlas a los alumnos del Estado de México, Puebla, DF, Sonora, Tabasco y Colima.


Hasta hoy se desconoce en qué se basó Chuayffet para elegir esta tecnología “de apoyo a la formación académica”. Lo real es que alivió la frustración de los fabricantes tecnológicos que venían cancelando líneas de producción de tablets debido a que las ventas estaban “muy lejos de las expectativas”, según informaba Digitimes en 2013.


A la fecha, los reportes de International Data Corporation (IDC) se refieren a las tablets como un mercado que no logra despuntar, con una caída de ventas del 6% en el primer trimestre de 2015, respecto al trimestre anterior. Por su parte, la firma Gartner considera que las tablet tienen un ciclo de vida de 3 años y son principalmente artículos complementarios de otras tecnologías, de manera que los usuarios encuentran más funcionalidad en los smartphones.


Lo necesario, en vez de entrar en los juegos del mercado tecnológico, es atender la recomendación de los especialistas respecto a los problemas de lectura profunda: fomentar una nueva cultura entre los estudiantes que les permita reservar un tiempo cada día para mantenerse desconectados de las pantallas y experimentar una lectura profunda, sin distracciones o tentaciones digitales.

[ Gerardo Moncada ]



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