15
julio 2015.- “¡Mier..., todos tienen casi 200 páginas!”, musitó una adolescente
que buscaba, entre una lista de varias opciones, un par de novelas que debería
leer en el curso escolar. Esto, que escuché hace unos meses en una librería de
la Ciudad de México, sintetiza los problemas de lectura que enfrenta la mayoría
de los jóvenes actualmente: impaciencia, escasa capacidad de concentración,
deficiente comprensión.
En
2010, David Nicholas presentó con la University College de Londres un estudio
acerca de la “generación Google” donde advertía que la población nacida a
partir de 1993 tendía a leer de prisa, superficialmente y mostraba menor
capacidad para analizar información compleja.
Hoy,
neurólogos y psicólogos estiman que esa situación se ha agravado y que los
dispositivos portátiles podrían estar acentuando la incapacidad para realizar
una lectura profunda (sobre todo por las múltiples interrupciones).
Señalan
que la lectura en internet (rápida, aleatoria, superficial, fragmentada en
varios materiales leídos en forma simultánea) ha modificado nuestra manera de
leer e, incluso, nuestro cerebro.
Hace
un par de meses, el diario El País recogió la opinión de varios especialistas:
“Leemos
mucho, pero de una forma muy superficial. Como sociedad, estamos perdiendo la
capacidad de formular ideas profundas y complejas. Corremos el riesgo de estar
atontándonos, de pensar de manera más simplista y fragmentada. Tenemos que dar
a la mente la oportunidad de manejar ideas complicadas”, advirtió Andrew
Dillon, catedrático de Psicología de la Información de la Universidad de
Austin, Texas.
Ciertamente,
internet globaliza, socializa tendencias y fenómenos, como esta forma de
lectura.
“Nuestra
mente, plástica y maleable, es un reflejo de nuestros actos. Los jóvenes
cambian su atención unas 20 veces a la hora, de un aparato a otro. Cuando se
sientan a leer, tienden a reproducir esa lectura interrumpida y en zigzag.
Tenemos que ser conscientes de que estamos en medio de un cambio muy profundo”,
señaló Maryanne Wolf, neurocientífica cognitiva de la Universidad de Tufts,
Estados Unidos.
Para
Naomi Baron, lingüista de la American University y autora de Words Onscreen:
The Fate of Reading in a Digital World, “el problema es la sensación que
producen las redes sociales de que siempre tienes que estar disponible para
contestar. Es muy difícil concentrarse, porque la hiperconexión hace que
sientas temor de estar perdiéndote algo. Somos socialmente más inseguros y
estamos más estresados”.
Un
estudio Rakefet Ackerman y Morris Goldsmith, de la Universidad de Haifa,
Israel, comparó el desempeño de dos grupos de alumnos que estudiaron los mismos
textos, uno en pantallas y el otro en papel. Encontró que los estudiantes
abandonaban en forma prematura sus lecturas en pantallas, con la falsa noción
de haber estudiado suficiente.
Algunos
especialistas consideran que “Picotear o leer a profundidad no son acciones
antagónicas, son complementarias”. Lo que requerimos, dicen, es adiestramiento
para extraer el máximo rendimiento de los distintos tipos de lectura.
En
la lona
México
también enfrenta un grave problema en la comprensión de lectura, pero hay
evidencia de que este problema es anterior a la expansión de internet y las
redes sociales.
Al
iniciar el siglo XXI, México enfrentaba limitaciones en la penetración de las
tecnologías de interconexión. No obstante, las pruebas de evaluación mostraban
que la mayoría de los estudiantes de nivel básico y medio no entendían lo que
leían. En el año 2000, la Prueba Pisa reportó que el 63% de los estudiantes
mostraba un nivel deficiente en la
capacidad para reflexionar y evaluar lo leído; para el año 2009 ese porcentaje
había subido a 70%.
En
este caso, internet no sería la causa inicial, aunque sí podría haber
contribuido a acentuar el problema. Otro dato del Programa Internacional para
la Evaluación de Estudiantes (PISA, 2009) es relevante: el 81% de los alumnos
de secundaria en México no muestran la suficiente capacidad para realizar
actividades cognitivas complejas; en educación media superior el porcentaje es
de 63%.
Si
bien no se pueden cargar todas las pulgas a internet, sí conviene poner
atención en los señalamientos referidos de neurólogos y psicólogos. Y, en ese
sentido, sorprende la decisión de la Secretaría de Educación Pública de dar
tablets a los estudiantes de 5o año de primaria en varios estados.
Al
anunciar esta decisión e iniciar el proceso de entrega, el titular de la SEP,
Emilio Chuayffet Chemor, exageró y mintió acerca de esta tecnología: dijo que
con ella se evitaría “ser analfabetas en muy pocos años” y que no costarían un
centavo, pues serían donaciones (El Universal, 9 julio 2013).
Sin
embargo, en 2014 la SEP lanzó una convocatoria para la compra de 709 mil 824
tablets (por $2 mil 500 millones de pesos) para entregarlas a los alumnos del
Estado de México, Puebla, DF, Sonora, Tabasco y Colima.
Hasta
hoy se desconoce en qué se basó Chuayffet para elegir esta tecnología “de apoyo
a la formación académica”. Lo real es que alivió la frustración de los
fabricantes tecnológicos que venían cancelando líneas de producción de tablets
debido a que las ventas estaban “muy lejos de las expectativas”, según
informaba Digitimes en 2013.
A
la fecha, los reportes de International Data Corporation (IDC) se refieren a
las tablets como un mercado que no logra despuntar, con una caída de ventas del
6% en el primer trimestre de 2015, respecto al trimestre anterior. Por su
parte, la firma Gartner considera que las tablet tienen un ciclo de vida de 3
años y son principalmente artículos complementarios de otras tecnologías, de
manera que los usuarios encuentran más funcionalidad en los smartphones.
Lo
necesario, en vez de entrar en los juegos del mercado tecnológico, es atender
la recomendación de los especialistas respecto a los problemas de lectura
profunda: fomentar una nueva cultura entre los estudiantes que les permita
reservar un tiempo cada día para mantenerse desconectados de las pantallas y
experimentar una lectura profunda, sin distracciones o tentaciones digitales.
[
Gerardo Moncada ]
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